I
El pulso late y se interrumpe.
Dios alimenta el alma que nunca olvida,
ni en la calma ni en la tormenta, de noche o de día,
su constante labor, su lealtad. [...]
* * *
El pulso late y se interrumpe.
Dios custodia el alma que nunca olvida. [...]
* * *
El pulso, late y se interrumpe.
Dios guía el alma que nunca olvida. [...]
IX
[...] tan cansado, tan abrumado.
La cabeza se inclina, se cierran los ojos;
el corazón leal cede al descanso.