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El lago. A...

1. El lago. A...

Durante mi primera juventud los hados

me condujeron, del ancho mundo, a frecuentar

un paraje que no pude sino amar;

tan apacible era la soledad

de un desierto lago, con perfil de rocas negras

y altos pinos que en torno se alzaban.

 

Mas cuando la Noche extendía su manto

sobre el paraje y sobre todo,

y un viento místico iba dejando,

como murmullo, su melodía,

entonces, oh entonces, se despertaba en mí

el temor del solitario lago.

 

Aquel temor no era un escalofrío,

sino trémulo goce, un sentimiento

que ni una mina de piedras preciosas_

podría enseñarme o forzarme a definir,

tampoco el Amor, aunque fuese tu Amor.

 

La muerte habitaba en tal venenosa ola,

y en su seno se erigía la tumba

destinada a aquel que solaz pudiera extraer

de su solitaria imaginación,

a aquel cuya alma solitaria hiciera

de tal oscuro lago un Edén.

 

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