El cisne que agoniza cerca de los lagos boreales
entona su canto de muerte, silvestre, dulce y claro,
y de igual modo que la música solemne irrumpe
sobre la colina y el valle la disuelve en el aire,
así tu suave y musical voz llegó,
así vibró en tu lengua mi nombre.
Como un rayo de sol hiere la ebúrnea nube
que oculta el solemne cielo de medianoche,
atravesando el frío sudario de la tarde,
así llegó la primera mirada de aquellos ojos;
mas como adamantino risco
mi alma encaró y desafió el encuentro.
Sea el recuerdo quien traiga al muchacho
que brindó su corazón a tu altar;
cuando sus pasos lejos le lleven
piensa que estimó como divinas tus gracias,
y fue víctima, en el altar del amor,
de unos ojos maléficos que mostraban desdén.
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