Al alba, al mediodía, con el crepúsculo,
¡María! ¡tú, que has oído mi himno!
En el goce y en el dolor, en el bien y en el mal,
¡madre de Dios, quédate conmigo!
Cuando las horas, luminosas, volaban,
y nube alguna oscurecía los cielos,
a mi alma, por miedo de perderse,
tu gracia la guía hasta los tuyos y hasta ti;
y ahora, cuando las tormentas del Destino anublan
con su oscuridad mi Presente y mi Pasado,
¡permite que radiante fulja mi Futuro
con dulces esperanzas tuyas y de los tuyos!
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