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Sueños

1. Sueños

¡Ojalá mi breve vida fuese un sueño interminable,

Que mi espíritu no despertase hasta que el fulgor

de una Eternidad anunciase el mañana!

Sí, aunque tal largo sueño fuese dolor y desesperanza,

sería mejor que la gélida realidad

de la vigilia, para aquel cuyo corazón es,

ha sido, sobre la belleza de la tierra, 

un caos de pasión profunda, desde su nacimiento.

 

Pero sería –ese sueño que eternamente

se prolonga– como para mí fueron.

los sueños en mi niñez; si esto me fuese concedido,

sería estúpido seguir anhelando un más alto Cielo.

Puesto que he gozado del resplandor del sol,

del cielo estival, en sueños de viva claridad

y belleza, y he alojado mi corazón.

en latitudes por mí imaginadas, lejos

de mi hogar, acompañado de seres nacidos

de mi pensamiento, ¿a qué más podría aspirar?

 

Ocurrió una vez, solo una vez, mas ese tiempo

nunca lo olvidará mi recuerdo; un poder,

o un encanto, me ató; fue un viento helado

que, de noche, sobre mí se cernía, y que tras de sí

dejó su forma en mi espíritu; o fue la luna,

que, en mi duermevela, brillaba en su más alto cénit,

tan fría; o las estrellas; fuera lo que fuese

aquel sueño fue como un viento nocturno que dejo pasar.

 

He sido feliz, aun cuando solo en un sueño.

He sido feliz, y amo el motivo:

¡Sueños!, con los vívidos colores de la vida,

como si en tal misteriosa, fugaz y oscura contienda

de apariencia y realidad brindase a los ojos,

delirantes, cosas más bellas

del Paraíso y del Amor –¡todas nos pertenecen! –

que cuantas, en su esplendor, la Esperanza niña conociera.

 

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