Elizabeth: No cabe duda de que lo más adecuado es
–tal y como lógica y costumbre demandan–
que tu nombre se escriba en el frontis de tu libro,
aún cuando Zenón y otros sabios muestren desacuerdo;
es más, tengo, para tal hacer, otras razones,
amén de mi amor innato a la contradicción;
todo poeta, si es poeta, mientras persigue
a las Musas por las espesuras de Verdad o Ficción,
estudia más bien poco su deber,
nada lee y menos escribe, y, por abreviar, es un necio
que carece de alma, de razón, de arte,
un lego de aquella regla importante
que se emplea, incluso, en los trabajos escolares,
una regla llamada –he olvidado el nombre pagano, griego–,
que, llámese como se llame, significa esto:
«Escribe siempre, en primer lugar, las alturas del corazón».
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