«Raras veces hallamos —asegura Solomon Don Dunce—
siquiera la mitad de una idea en el más profundo soneto.
Al través de las cosas rutiles percibimos, de inmediato,
de forma tan natural como a través de bonete napolitano,
¡despojos de todo despojo! ¿Cómo puede lucirlo una dama?
Incluso más fatigoso que tus fruslerías petrarquistas,
es dislate sin sentido alguno que el más tenue soplo
convierte en papel de forro mientras lo lees».
Verdaderamente, Solomon en buena medida acierta.
Las cosas comunes y fatigosas son burbujas
—efímeras y, por tanto, transparentes—;
pero esto es, ahora —podéis confiar en ello—,
estable, opaco, inmortal, y todo ello se debe
a los queridos nombres que se ocultan en su interior.
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