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A F[rances]

1. A F[rances]

¡Amada! Asediado por graves pesares

que se hacinan en mi senda terrenal

(terrible senda, ¡ay!, donde

ni solitaria rosa crece),

mi alma por fin gozó de solaz,

al soñar contigo, y allí ella descubre

un Edén de dulce reposo.

 

Tu recuerdo es para mí

como una remota isla encantada

en medio de un mar proceloso,

en un océano que, libre y lejano,

se estremece con tempestades, mientras

los más serenos cielos, sobre la fulgente isla,

no dejan de sonreír ni por un instante.

 

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