Te vi, el día de tu boda,
un encendido rubor te cubría,
aun cuando la felicidad recorriera tu órbita
y el mundo, ante ti, todo amor fuera;
y en tu mirada, una luz inflamada
(fuese lo que ella fuese)
fue todo lo que de la Belleza
de este mundo pudo ver mi doliente mirada.
Y aquel rubor, quizá sonrojo de doncella,
como tal, pronto se olvida,
aunque su resplandor alce una más viva llama,
ay de mí, en el pecho de quien
te vio, en aquel día de tu boda,
un profundo rubor quiso cubrirte,
aun cuando la felicidad recorriera tu órbita,
y el mundo, ante ti, todo amor fuera.