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Soneto. A la ciencia

1. Soneto. A la ciencia

¡Ciencia! ¡Eres la legítima hija de la Antigüedad,

y todas las cosas mudas con tus ojos escrutadores!

¿Por qué devoras de tal suerte el corazón del poeta,

buitre cuyas alas son opaca realidad?

 

¿Cómo podría él amarte, o cómo estimar tu saber,

a ti, si no le permitiste entregarse a su vagar,

a buscar un tesoro en los cielos tachonados,

aun cuando se elevase con osadas alas?

 

¿No separaste a Diana de su carruaje

y condujiste a las hamadríades de la fronda

para buscar tu refugio en la más fulgente estrella?

 

¿No hurtaste a las Náyades sus profundidades,

a los elfos la verdura, y a mí

un sueño de verano bajo el tamarindo?

 

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