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El valle de la inquietud

1. El valle de la inquietud

En otro tiempo sonreía un silencioso valle

en el que ya no moraba la gente;

habían marchado a las guerras

y confiado a los astros de dulce mirada,

de noche, desde sus torres de azur,

la custodia de las flores,

entre las cuales, durante el día,

la luz rojiza del sol se posaba indolente.

Ahora cualquier paseante reconoce

la inquietud de este triste valle.

Nada en él permanece inmóvil,

nada salvo los soplos que acunan

tal mágica soledad.

¡Ah, viento alguno hace temblar los arboles

que palpitan cual las aguas glaciales

abrazan a las brumosas Hébridas!

¡Ah, viento alguno dirige aquellas nubes

que crepitan por el trémulo cielo,

con inquietud, de la mañana a la noche,

sobre las violetas que de mil formas

se presentan ante el ojo humano,

sobre los lirios que allí se mecen

y se lamentan sobre una tumba anónima!

 

Se mecen, y de sus fragantes pétalos

gotas de tierno rocío se precipitan.

Se lamentan, y de sus delicados tallos

gemas, perennes lágrimas, se desprenden.

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