Estos versos se escriben para aquella cuyos ojos luminosos
expresivos y brillantes cual los gemelos de Leda,
encontrará su propio y dulce nombre que se halla
al abrigo de esta página, oculto para todo lector.
Mira con detenimiento este poema, pues esconde un tesoro
divino, un talismán, un amuleto
con que engalanar el corazón. Atiende a su medida,
a las palabras, a las letras mismas. No olvides
el más trivial asunto, o el trabajo será en vano.
No hay aquí ningún nudo gordiano
que no pueda deshacerse sin un sable
si simplemente logra entenderse la trama.
Escrito está en esta página que ansiosos ojos
escudriñan, aquí está, digo, perdu,
un nombre muy conocido, a menudo dicho al oído
de poetas por poetas, pues de poeta es el nombre asimismo.
Sus letras, aun cuando naturalmente falsas
—como el caballero Pinto (Fernando Méndez) —,
fueron un sinónimo de verdad. ¡Deja de porfiar!
No leerás el enigma aunque pongas todo tu empeño.
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