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Balada nupcial

1. Balada nupcial

Descansa el anillo en mi mano,

y la tierra reposa sobre mi sien;

satenes y joyas solemnes

se muestran a mi alcance,

y soy feliz ahora.

 

Mi señor bien me ama,

mas, al exhalar su voto, la vez primera,

sentí agitarse mi corazón;

sus palabras, un réquiem,

y su voz semejaba la de quien cayera,

en la batalla, cañada abajo,

y es feliz ahora.

 

Mas me habló, para confortarme,

y besó mi pálida frente

mientras me invadía el embeleso;

y me condujo hasta el cementerio,

y suspirando le dije al que estaba

enfrente (y creía era el difunto D’Elormie),

«¡Oh, soy ahora feliz!».

 

Así fueron pronunciadas las palabras,

así prometido el voto;

y, aunque mi fe se quiebre,

aunque se quiebre mi corazón,

¡he aquí el anillo, la señal

de que soy ahora feliz!

¡Admirad esta áurea señal

que prueba que soy ahora feliz!

 

¡Ojalá Dios pudiera despertarme!,

pues sé que sueño pero no cómo;

y mí alma se agita con pesar,

de miedo a dar paso errado,

de miedo a que, huérfano, el muerto

no sea ahora feliz.